A nadie se le ocurría escribir sobre la pequeñez del elefante. Aunque, de hacerlo, seguramente sería tildado de ocurrente.
José Saramago es, entonces, un hombre ocurrente. Y eso, es todo lo que diré sobre sus "Pequeñas Memorias". Criticar libros de memorias es como invadir jardines ajenos, con el único fin de cometer actos de vandalismo; es tomar lo más bello, a través de su recuerdo, de su relato, y vapulearlo. Pueden acusarme de mojigata, pero yo no voy a pisotear las margaritas de nadie ( o geranios, o nomeolvides... o bien pudieran ser pensamientos).
Y no me recuerden, que la crítica no siempre es negativa; que existe también, la crítica constructiva y/o positiva. Cuando uno critica siempre tiene algo negativo en mente, aunque se inicie el recorrido por el lado más amable.
Por otra parte, me gusta Saramago. Escribe como dios manda (el dios pagano de todos los escritores, por supuesto, que sólo existe reencarnándose en ellos para hacerlos escribir y recrearse a sí mismos). Escribe libros en serio; nada de esos libros vacíos de ahora, que esconden su insustancialidad bajo pretensiones vanguardistas. Yo soy lectora de vieja escuela, quiero libros que perduren; Saramago me da eso.
Acá va el fragmento...
"No falta quien afirme seriamente, con el argumento de autoridad de alguna cita clásica, que el paisaje es un estado del alma, lo que dicho con palabras comunes quiere decir que la impresión causada por la contemplación de un paisaje siempre dependerá de las variaciones temperamentales y del humor jovial o atrabiliario que están actuando en nuestro interior en el preciso momento en que lo tengamos delante de los ojos. No me atrevo a dudar. Se presume, por tanto, que los estados del alma son pertenencia exclusiva de la madurez, de la gente crecida, de las personas que ya son competentes para manejar, con más o menos propiedad, los graves conceptos con que sutilezas así se analizan, definen y pormenorizan. Cosas de adultos, que creen saberlo todo"...
3 comentarios:
No pude con estas Pequeñas memorias; leí a trancas y barrancas varias decenas de páginas hasta darme cuenta de que, lo más sano, era devolverlo casi nuevito a la biblioteca. Me gusta el Saramago de ficción -en realidad, me encanta- y el Saramago reflexivo en sus artículos (te recomiendo su blog), pero me "decepcionó" (y no me gusta utilizar aquí y con él esta palabra) el Saramago "que recuerda". No logré entrar en su memoria y disfrutar, pasé con indiferencia por sus páginas.
Sin embargo, espero con impaciencia su próximo viaje, ¡ya al caer! Sí, el del elefante, sea grande o chiquito.
A mí también me encanta el Saramago de ficción. En cuanto al Saramago reflexivo, a veces no podría estar más de acuerdo con él, y otras a la inversa (por ejemplo en su rol de ateo glorificado; ojo,lo digo desde quien ha estado en ese lujar)
¡Y sí, yo también estoy esperando ansiosa el nuevo libro!
¡Saludos Rayuela!
Hola:
Siempre he tenido prevención hacia los escritos que rodean a la obra literaria, sean correspondencias, biografías o autobiografías (con la excepción de los libros de conversaciones, si es que éstas están bien transcritas). Tienen tendencia a ser fisgonas, o no dadas a la publicación por el autor, o, en el caso de las auto, sospechosas de soberbia, de falsedad o de tergiversación.
No me gusta todo lo de Saramago, pero le considero un escritor muy interesante, de modo que los avisos de ambas vienen muy bien.
(Y en los libros de correspondencia, haré una excepción con las cartas de Cortázar; para que no se enfade Rayuela ;) Y porque cada vez estoy más convencido de que Cortázar no tiene nada prescindible).
¡Un saludo!
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