lunes, 21 de diciembre de 2009

Felíz Navidad



Gracias por seguirme acompañando y por enriquecer cada lectura, cada post, con sus palabras.
Es reconfortante saber que, más allá de que el momento de encuentro con el libro sea solitario, el amor por el mismo es compartido.
Volveré al blog en este 2010 que ya se asoma... Y seré mil caballitos.

Gracias.

jueves, 6 de agosto de 2009

De página a página, de rama en rama...



"El barón rampante" es uno de esos libros que todo lector, que se precie de serlo, seguramente ha leído; y probablemente lo ha hecho en la adolescencia (período lector en que se devoran clásicos y cómics casi con el mismo afán). Sin embargo, éste era uno de los eternos libros en mi extensa lista de lecturas pendientes; pendientes porque me intrigan o despiertan mis ansias, y no me resigno a no leerlos (mejor tarde que nunca).
Lo terminé de leer hace rato ya, casi dos meses. Y cuando pensaba en posibles ilustraciones para el texto, me vino a la cabeza el último post que hice para el blog. No me imagino una novela más propicia para la estética de Miyazaki que ésta. Ahora no me abandona la delirante idea de que alguien le acerque una adaptación al realizador japonés y, así poder ver, un Cosimo animado.

La lectura de esta obra de Italo Calvino me devolvió la sensación gratificante y estimulante que ocasiona leer un buen libro. Un excelente libro. Aunque se me hace difícil concebir toda una vida encaramada a los árboles, no pude evitar dejarme llevar por ese rumor a hojas y páginas, a follaje que puede estar encuadernado o no. Mientras leía me llegaba el aroma a pino y roble, a papel áspero y tapas de cuero, con un dejo a mar, allá a lo lejos. Y página a página me fui descolgando de las ramas, temerosa de volver, muy pronto, a tocar tierra. Recordé ciertas lecturas de mi infancia recostada sobre el tronco de un viejo paraíso, o bien sentada en la horqueta de un aguarabay como si la misma fuera una poltrona. Pero más que nada, me sentí transportada a esa casita en el árbol que construímos con la lectura de un libro-amigo, ése que vino para quedarse y acompañarnos.

Les dejo el link de un artículo escrito por Ítalo Calvino, titulado "Por qué leer los clásicos"
http://www.edicionesdelsur.com/articulo_209.htm
Y otro en el que cuenta cómo escribe
http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/calvino01.htm

Fragmento:

"También Cosimo, como Óptimo Máximo, era el único ejemplar de una especie. En sus sueños con los ojos abiertos se veía amado por bellísimas jóvenes; pero ¿cómo encontraría el amor, él, allá en los árboles? En sus fantasías conseguía no imaginarse el lugar donde aquellas cosas sucederían, si en el suelo o allá arriba donde ahora estaba; se figuraba un lugar sin lugar, como un mundo al que se llega andando hacia arriba, no hacia abajo. Eso es: quizá era un árbol tan alto que subiendo por él se tocaba otro mundo, la luna. "

miércoles, 24 de junio de 2009

Los mundos encantados de Miyazaki




La imágen que me antecede es el castillo vagabundo (o ambulante) de la película "El íncreible castillo vagabundo" o "El castillo vagabundo de Hauru" (Hauru no Ugoku Shiro), de Hayao Miyazaki, que se estrenó en el año 2004.
¿Quién es Hayao Miyazaki? Un magnífico cuentacuentos. Un constructor de mundos. Un idealista.
Afamado mangaka (creador de cómics y/o novelas gráficas), productor, ilustrador y director de animé (animación japonesa), responsable de títulos como: "Nausicaa del valle del viento" (1984), "Laputa: el castillo en el cielo"(1986), "Mi vecino Totoro"(1988), "Princesa Mononoke"(1998), "El viaje de Chihiro"(2001), etc. Sus creaciones han acompañado a generaciones enteras en todo el mundo y también, cabe destacar, han inspirado a nuevas generaciones de realizadores. Su genial talento e inusual estilo le mereció incluso el reconocimiento de Hollywood y sus grandes estudios.

Hoy vi por enésima vez la película que ilustra el post; y no deja de maravillarme. Ese castillo que parece construído por algún niño de cuatro años, precario y caprichoso. Una especie de acumulación de trastos viejos, pero con cierto aspecto orgánico insoslayable. Atiborrado de detalles que pasan desapercibidos a primera vista. Así son todos los elementos en los relatos de Miyazaki, desafían el realismo adulto y nos imponen la mirada mágica e inocente del niño.
Esta película es una de mis favoritas porque los personajes principales están muy bien desarrollados, a través de cada pequeño gesto y acción descubrimos un poco más de su carácter; y su historia está llena de ternura.
Hauru, el mago seductor e histriónico, que intenta huir permanentemente de la guerra y de sus propios demonios; es un personaje dual, difícil de captar en toda su dimensión hasta el final. Por otro lado está Sophie, una jóven sencilla y compasiva, que trabaja haciendo sombreros. Sóphie es valiente y determinada, pero se considera poca cosa para los demás. A estos protagonistas, se suma una vieja bruja despechada, un demonio-fuego irreverente y divertido, un espantapájaros gentil y enigmático, una niño aprendiz de mago, etc, etc... En una ambientación que recuerda a la europa de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, con un paisaje que sufre, a cada momento, la irrupción de la guerra y su maquinaria.

No es sólo su estilo de ilustración y arte lo que merece elogio; sinó también la forma en que construye la narración, que deja vericuetos sobre los cuales hay que volver cuando llega el desenlace; y sus personajes, que van de la comedia al drama con la mayor naturalidad, aunque sea en un contexto por demás extravagante. También es frecuente el uso del absurdo y del grotesco, como elementos estéticos y discursivos.

Las películas de Miyazaki, así como el resto de sus obras, siempre hablan de la guerra en oposición a la naturaleza y a las cosas bellas de la vida; nos muestra la fragilidad del equilibrio sobre el cual construímos nuestras certezas. Siempre hay niños y siempre hay abuelos en sus relatos; y nos muestra el entendimiento que hay entre éstos, aunque parezcan vivir en las antípodas. Miyazaki parece sugerir contínuamente que somos los adultos quiénes no entendemos de qué se trata vivir, que somos nosotros quiénes escapamos permanentemente de lo que es significativo. Los adultos subestimamos a los niños, considerándolos lejos de todo saber; y despreciamos a nuestros viejos, por inútiles. Descartamos la mirada de la inocencia, el asombro, y la voz de la experiencia, por igual.
Miyazaki construye mundos fantásticos a partir de metáforas y emociones universales, casi siempre enraízadas en la infancia.
"Ponyo en el arrecife" (Gake no ue no Ponyo), su último largometraje, por ejemplo, cuenta su propia versión de La sirenita. Y lo hace en un lenguaje a prueba de adultos... Les aseguro que cualquier niño pequeño la entiende, aún en japonés. Pero un adulto corre el riesgo de quedarse afuera. Sin ser de mis preferidas, contiene algunas imágenes muy poderosas.
Desdea la pequeña Heidi, que era felíz sólo por corretear entre las cabras, sin importarle su condición pobre; hasta la jóven Sophie convertida en una abuelita nonagenaria; Miyazaki nos reclama que cambiemos nuestra mirada sobre el mundo, que recuperemos la capacidad de conmovernos.
Pixar-Disney, estrena por estos días una película inspirada en su obra: UP. Todavía no la ví. Seguramente lo haga, parece buena. Pero dudo, perdonen mi escepticismo, que pueda disfrutar de ella viéndola once veces.

Enlaces:

www.ghibliworld.com

www.ghibli.jp
www.nausicaa.net

jueves, 21 de mayo de 2009

¿Dónde leemos?



Hace poco leí en algún sitio, no recuerdo dónde (probablemente en algún blog o suplemento cultural), sobre el tiempo que desperdiciamos diariamente y que podríamos dedicarle a la lectura. El artículo hablaba de los viajes en subte, colectivo o tren, de las esperas y cuánto tiempo acumulan a lo largo de un año o una vida. Y me hizo pensar en una viejo impedimento que tengo como lectora: no puedo leer en espacios públicos, salvo quizás el diario o alguna poesía suelta.
Tampoco puedo leer en bibliotecas públicas, aunque esto bien puede deberse al hecho de no haber encontrado una en la cual me sienta cómoda.
Me gusta estar sola cuando leo, puedo hacerlo al aire libre o confinada en mi cuarto, pero es imperioso que no hayan otras personas cerca; así como también que no haya algún compromiso u horario que cumplir de forma inmediata. Necesito abandonarme, entregarme a la lectura, aunque sea por poco tiempo.
Muchas veces leo en la cama; pero no como antesala al sueño. Me sitúo en la cama como si ésta fuera una isla y me desparramo a gusto. Lo importante es sentirme a gusto, rodearme de papeles y papelitos que uso para marcar páginas y registrar frases o palabras, o bien alguna libretita donde hacer anotaciones. A veces, también traigo otros libros que sé que no he de leer en ese momento, pero me da un placer adicional el tenerlos ahí... Me vence la gula bibliofílica; los coloco al alcance, como una especie de cesta llena de frutas jugosas, sabiendo de antemano que he de quedar satisfecha antes de poder devorarlos en su totalidad. Llego rápidamente a dos conclusiones: primero, que soy una lectora del ámbito privado y, segundo, que soy una lectora hedonista.
Pero bueno, teniendo en cuenta que los libros son mi gran pasión, no veo que esté tan mal que ese momento de deleite sea sólo para mí. Por otra parte, el tiempo que empleo para trasladarme en subte o tren, por ejemplo, cumple una función vital y, muchas veces, menospreciada: la contemplación del otro y del todo, el descubrimiento del detalle fútil y las coincidencias incoducentes, y ese vagabundeo mental que termina alimentando algunos de mis versos. Pensar, aún cuando con ello no alcancemos una idea original o bien, el saber , siempre es algo bueno.

¿Ustedes dónde leen?



Nunca me dormí leyendo, pero la imágen que adjunté a esta entrada me provocó ganas de ir a dormir una siesta.

lunes, 18 de mayo de 2009

Se nos fue...


Fotografía de Eduardo Longoni del libro "Poemas revelados"


... Y sin embargo, se queda para siempre con nosotros.

Falleció Mario Benedetti, un poeta grande, enorme (por dentro), de expresión sonriente y ojos chispeantes. A simple vista, un abuelito sentado en un banco de plaza... Pero ahí había una revolución de ideas y versos, fraguándose bajo el rumor de los árboles. El poeta-gorrión de apariencia sencilla que, con una lírica fresca, genuina, rescató las emociones de todos los días, la elocuencia de la cotidianidad y la verdad que no se exhibe en marquesinas. Un optimista consciente. Un maestro, humilde y comprometido. No sé si quedan, si nos quedan, de pie, otros poetas como él. Intuyo, quizás aconsejada por la melancolía, que estamos llegando al final de una forma de hacer poesía.

Sugiero, a modo de homenaje, para que los que andan por acá, en Buenos Aires, acercarse con alguno de sus libros al botánico o a la plaza San Martín.

Adiós y hasta siempre, Maestro Benedetti.


"Otro cielo"

No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre te faltaría un pájaro de silencio.

No existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras por fin cómo es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón.

No existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y de pronósticos
y comprobaras que no es tan difícil
siempre te faltaría el pino del crepúsculo.

Eso porque se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegues al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.


sábado, 21 de febrero de 2009

Un pozo en otro pozo...



18
de Roberto Juarroz


Hay un pozo donde se juntan todas las palabras,
húmedamente ellas mismas,
entidades más despiertas que perfectas,
cuyas sombras han tropezado casualmente con la boca de los hombres.

Nadie conoce la ubicación del pozo peregrino,
pero a veces, con los ojos vendados,
uno manotea y se encuentra dentro de él,
como si el pozo fuera el mundo.

Y otras veces, con los ojos abiertos,
uno manotea y encuentra el pozo dentro de uno mismo,
como si hablar no fuese ya una torre de humo.

Cada palabra se vuelve entonces otro pozo
en la nómade profundidad que nos habita.
Un pozo en otro pozo. Y hasta en otro.