domingo, 12 de octubre de 2008

Llueve sobre mojado

Hoy, en Buenos Aires, llueve sobre mojado, en el sentido literal y en el abstracto.
..."llueve sobre mojado"
Así termina un poema de Eugenio Montale.

Nació en Génova, el 12 de Octubre de 1896. Combatió en la Primer Guerra Mundial, de esa época datan sus primeros poemas. Publicó por primera vez en el año 1922, en una revista de Turín; luego de eso, se instaló en Florencia hasta el año 1948 en que se muda a Milán, allí vivió hasta el 12 de Septiembre de 1981, día en que fallece.
Más importante que un cúmulo de fechas es saber que: era un hombre culto y gran lector; se desempeñó como crítico literario (impulsando a escritores como Italo Svevo); escribió ensayos; tradujo obras de autores importantes como Cervantes, Guillén o Hawthorne. Participó en publicaciones periodísticas y literarias como el Diario "Il mondo" e "Il Corriere della sera".
Y que buscó adherirse, con sus versos, a los huesos y a la psique de quienes lo leyeran.

Dijo, en la década del 70, al recibir el Premio Nobel "La poesía sobrevivirá al mundo tecnológico".
Y acá estamos, resistiendo. Tratando de mantenerla viva en el ciberespacio.

Algunos de sus libros:

En verso, "Huesos de jibia" (Ossi di seppia), 1925; "la casa de los aduaneros y otros versos" ( La casa dei doganieri e altre verso), 1932; "La tempestad y otros poemas" (La bufera e altro), 1956. En prosa, "Mariposa de Dinard" (Farfalla di Dinard), 1956; "Sobre la poesía" (Sulla poesia), 1976.



Algunos de sus poemas...


"No nos pidas la palabra" ( de Huesos de Jibia)


No nos pidas la palabra que escrute íntegramente
nuestro ánimo informe, y con letras de fuego
lo revele y esplenda como flor de azafrán
perdida en medio de un campo polvoriento.

¡Ah el hombre que se marcha seguro
de los demás y de sí mismo amigo,
y no cuida su sombra que el ardiente calor
graba sobre su descascarado muro!

No nos pidas la fórmula que pueda abrirte mundos;
sí alguna contrahecha sílaba, seca como una rama.
Esto solo podemos hoy decirte:
lo que no somos, lo que no queremos.



"Felicidad lograda, caminamos..." (de Huesos de jibia)


Felicidad lograda, caminamos
por ti sobre un filo de espada.
Para los ojos eres resplandor que vacila;
para el pie, tenso hielo que se raja;
que no te toque, pues, quien más te ama.

Si llegas a las almas invadidas
de tristeza, iluminándolas; tu mañana
es dulce y turbadora como nidos en las molduras.
Más nada paga el llanto de ese niño
cuyo globo se escapa entre las casas.



"Los Limones" (de huesos de Jibia)


Óyeme, los poetas laureados
se mueven solamente entre las plantas
de nombres poco usados: boj, ligustros o acantos.
Yo, para mí, amo las calles que conducen
a las herbosas zanjas donde en charcos
casi secos acechan los muchachos
alguna enjuta anguila:
los senderos que siguen los ribazos
bajan ente el penacho de las cañas
y llevan a los huertos, entre los limoneros.

Mejor si la algazara de los pájaros
se apaga devorada por el cielo:
más nítido se escucha el susurrar
de las ramas amigas al aire casi inmóvil,
y las sensaciones de este olor
que no sabe separarse del suelo
y llueve en el pecho una dulzura inquieta.
Aquí, de las pasiones apartadas
por milagro calla la guerra,
aquí también a los pobres nos toca nuestra parte
de riqueza
y es el olor de los limones.

Mira, en estos silencios en que las cosas
se abandonan y parecen muy próximas
a traicionar su último secreto,
a veces esperamos
descubrir un error de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo que al desenredarlo finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.
La mirada sondea a su alrededor,
la mente indaga, concuerda, desune
en el perfume que se propaga
cuando más languidece el día.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana que se aleja
alguna perturbada Divinidad.

Mas desfallece la ilusión y el tiempo nos devuelve
a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra
solamente a retazos, en lo alto, entre molduras.
Después, la lluvia cansa el suelo; se espesa
el tedio del invierno sobre las casas,
la luz se torna avara, amarga el alma.
Hasta que un día, a través de un portón mal cerrado,
entre los árboles de un patio
se nos aparece el amarillo de los limones,
y se deshiela el corazón
y retumban en nuestro pecho
sus canciones
las trompas de oro del esplendor solar.




"Para terminar" (de Diario del `71 al `72)


Recomiendo a mis herederos
(si los hubiere) en materia literaria,
lo que ya es improbable, que hagan
una hermosa fogata con todo lo que atañe
a mi vida, a mis actos, a lo no hecho.
Yo no soy Leopardi; dejo poco a las llamas
y es demasiado poco ya vivir al porcentaje.
Viví al cinco porciento: ni aumentéis
la dosis. Demasiado a menudo, en cambio, llueve
sobre mojado.





Naturaleza muerta con limones en un plato- Vicent Van Gogh (1887)



Fuentes: www.poeticas.com.ar
"Antología de poesía italiana contemporánea"- Horacio Armani

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