martes, 25 de diciembre de 2007

Y la palabra se hizo carne.

¡¡Feliz Navidad!!
Les deseo a amigos, conocidos y lectores, una ¡Muy Feliz Navidad!. Espero que en este día tan especial, puedan brindar y recibir amor.
Deseo, además, para ustedes y para mí, que la paz y la esperanza dejen de ser simples palabras, que recuperen su lugar en nuestras vidas.


Sería bueno tener presente la verdad que encierran ciertas frases trilladas, tal como aquella que reza que el mundo sería un lugar mejor si tratásemos mejor a nuestro prójimo.
Después de una infancia como atea, en el seno de una familia creyente, una adolescencia como agnóstica, hoy me reconozco como una persona con creencias. Puede que no sean del todo convencionales, pero son el fruto de la búsqueda y el compromiso, y así, en cierta forma he asimilado y construído a partir del cristianismo y el budismo, e incluso algunos principios taoístas. Y dentro de todas estas creencias, valoro ante todo la figura de Jesús, por haber hecho eje en el amor y la comprensión, en la búsqueda de la Verdad; por haberse enfrentado a prejuicios y odios, sin dejar de lado sus preceptos. Jesús murió porque al ser hombre sabía de nuestras limitaciones; nuestros temores y egoísmos; y, más aún, nuestra carencia de memoria. Siendo mártir es y será un recordatorio perenne; una luz perdurable en los vaivenes tempestuosos de la historia. Por todo esto, hoy, yo celebro.

Evangelio según San Juan 1,1-18.

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


Extraído de la Biblia.
www.evangeliodeldia.org

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