Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre
Siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
Ésta es la piedra fundacional del blog y es también mi poema favorito de mi poeta favorito: Federico García Lorca. Su elección es absolutamente subjetiva, como creo debe ser cuando se trata de poesía. Me fascina la intensidad de sus metáforas, la genialidad de las imágenes creadas y la pasión que éstas transmiten. Es un poema sensual que, sin embargo, nos arranca la piel a golpes de cincel... para dejarnos a carne viva, sedientos, e irremediablemente solos.
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