sábado, 21 de junio de 2008

Eva, de carne y versos

Este es un post inesperado. Hoy inicia el invierno y, como no podía ser de otra manera, es un día frío. Tenía decidido compartir un manojo de poemas alusivos a la estación... Pero tropecé con un poema de Mario Benedetti que me hizo cambiar el rumbo. Se dice popularmente ¿Para qué agregar más leña al fuego?, ¿para qué iba yo a sumar más frío, aunque fuese poético?.
La mujer: amiga, amante, enemiga, compañera; musa o asesina de rimas, ángel que camina en la tierra o harpía que devora entrañas masculinas. Las mujeres somos deas o flores del mal, según las pasiones que gobiernan al poeta. Eva tiene, después de todo y como todo, múltiples facetas en la literatura, en la poesía. En esta ocasión me quedo sólo con una de ellas.



Una mujer desnuda y en lo oscuro (Inventario dos, 1986-1991)

Mario Benedetti


Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan

una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte



Poema 1 ( Veinte poemas de amor y una canción desesperada, 1924)
Pablo Neruda

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.


Casida IV (Diván del Tamarit, 1934)

Federico García Lorca

Verte desnuda es recordar la Tierra,

la Tierra lisa, limpia de caballos.

La Tierra sin un junco, forma pura

cerrada al porvenir: confín de plata.


Verte desnuda es comprender el ansia

de la lluvia que busca débil talle,

o la fiebre del mar de inmenso rostro

sin encontrar la luz de su mejilla.


La sangre sonará por las alcobas

y vendrá con espadas fulgurantes,

pero tú no sabrás dónde se ocultan

el corazón de sapo o la violeta.


Tu vientre es una lucha de raíces,

tus labios son un alba sin contorno.

Bajo las rosas tibias de la cama

los muertos gimen esperando turno.


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