martes, 17 de junio de 2008

Equivocar el camino, es llegar a la nieve

Así da inicio el "Pequeño poema infinito" de Federico García Lorca.

"Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante varios siglos las hierbas de los cementerios..."


Son versos dramáticos, pero muy ciertos. Estoy pensando en cuánto tiempo tolerará mi alma alimentarse de dichas hierbas.


Miro el calendario, martes 17 de junio... Me reprocho no haber encontrado el momento para saludar a todos los escritores en su día (13 de Junio), para recordar también en ese día el nacimiento de escritores de la talla de Fernando Pessoa, Leopoldo Lugones o Augusto Roa bastos. ¡¡Y el domingo15 fue el día del libro!! Y no comenté nada. Mis libros me censuran desde los estantes, mis queridísimos, viejos y nuevos, compañeros de papel. Ahhh... resignación. No tuve tiempo.

Anoche releí algunos poemas de García Lorca y quise compartir éste con quienes visitan, casual e itencionalmente, el blog.


"Tierra y luna"




Me quedo con el transparente hombrecillo
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas.

Tierra tan sólo. Tierra.
Tierra para los manteles estremecidos,
para la pupila viciosa de nube,
para las heridas recientes y le húmedo pensamiento.
Tierra para todo lo que huye de la Tierra.

No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas,
ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es la Tierra desnuda que bala por el cielo
y deja atrás los grupos ligeros de ballenas.

Es la tierra alegrísima, imperturbable nadadora,
la que yo encuentro en el niño y en las criaturas que pasan los arcos.
Vica tierra de mi pulso y del baile de los helechos
que deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón.

Me quedo con la mujer fría
donde se queman los musgos inocentes.
Me quedo con los borrachos de Brooklyn
que pisan al niño desnudo.
Me quedo con los signos desgarrados
de la lenta comida de los osos.

Pero entonces bajó la luna despeñada por las escaleras
poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando de pies de mármol la llanura sin recodos
y olvidando, bajo las sillas, diminutas carcajadas de algodón.

¡Oh Diana, Diana! Diana vacía.
Convexa resonancia donda la abeja se vuelve loca.
Mi amor es paso, tránsito, larga muerte gustada,
nunca la piel ilesa de tu desnudo huido.

Es Tierra ¡Dios mío! Tierra lo que vengo buscando.
Embozo de horizonte, latido y sepultura.
Es dolor que se acaba y amor que se consume.
Torre de sangre abierta con las manos quemadas.

Pero la luna subía y bajaba las escaleras,
repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles
y borrando mi apariencia por el término del aire.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Bellísimo poema que desconocía de Lorca. Y tengo, siempre pendiente, en mi estantería su Poeta en Nueva Yorck.

Curioso, en España el Día del Libro se celebra el 23 de Abril.