domingo, 31 de octubre de 2010

Entre fantasmas y calabazas

Imagen perteneciente al sitio web PoeticHome



Miedo
Pánico
Terror

¿Alguien no ha conocido alguna de estas emociones?¿Alguien no las ha conocido todas?

Desde un simple exámen, pasando por la primer cita, la entrevista laboral, la factura de gas invernal, hasta llegar a ese retrato polvoriento que hay colgado en cierta pared en casa de nuestra abuela, si uno mira ese retrato a medialuz, les aseguro, una sonrisa grotesca aparece súbitamente; infinidad de situaciones pueden provocarnos pavor y hacernos temblar como si nuestro esqueleto no fuese más que un recuerdo.

Y, claro, todo empieza en la infancia. Las primeras pesadillas, los gritos enmudecidos, los sudores nocturnos.
Cuando era pequeña, mis hermanos menores solían acercarse a mi cuarto a mitad de la noche. Si un mal sueño interrumpía su descanso, o el recuerdo de aquella película de terror vista a escondidas saltaba sobre su almohada, llegaban sigilosos hasta mi cama. Era eso o acudir a mamá, pero ella compartía el lecho con alguien más: papá. Éste, sin ser demasiado estricto, consideraba como un acto de cobardía mayúsculo el que uno se sometiera al miedo; nada de dormir acompañado o compartir cama, cada uno en su lugar y, como toda luz, el uso de la razón. Esta situación tenía un agravante, que mi padre, por pertenecer a una fuerza de seguridad y estar acostumbrado a realizar guardias nocturnas, tenía el sueño muy ligero... Con lo cual cualquier intento de incursión en su habitación podía ser descubierto antes de lograr su cometido: despertar a mamá y arrastrarla hasta nuestra cabecera. Es por todo esto que mis hermanos acudían a mí, su hermana mayor. Pero también se les presentaba un nuevo inconveniente conmigo, le temían a mi habitación.Repleta de adornos, libros viejos, muñecas y muñecos, les parecía que la mitad de los objetos que habían en ella cobraban vida al caer la noche. Entonces, la mejor solución era llevarme hasta su propio cuarto, persuadida por sus ruegos llorosos y susurrantes.
Pero a decir verdad, no eran ellos los únicos que tenían miedo. Y, en más de una ocasión, yo misma me sentí agradecida de poder abandonar aquellos ojos que se volvían extremadamente brillantes en la oscuridad... O aquel rechinar de la puerta del viejo armario. A veces, sin embargo, no me quedaba más que repetir el viejo ritual de niña aterrorizada en la oscuridad. Aferrarme a la sábanas con fuerza y llevarlas por encima del mentón, y cerrar los ojos como si mi vida dependiera de ello... Hasta que, sea lo que fuere, que yo sentía ahí parado junto a mí, desapareciese. Y mientras, sentir el golpeteo incesante de mi corazón bombeando a todo vapor, el leve sudor humedeciendo mi frente, y mis nudillos convertidos en blancas piedritas de espanto.
¡El amanecer qué benévolo se nos presenta tras noches como ésas!. Un bálsamo piadoso se derrama desde la ventana con la claridad del día. Descanso al fin.

Afortunadamente, los años han pasado... Ahora puedo encender la luz a mi antojo... Y, ¿por qué no? ponerme a leer un relato de terror con fantasmas a los que nada les debo, y vampiros que sólo beben sangre, y no sueños.



"La larva"
Rubén Darío


Como se hablase de Benvenuto Cellini y alguien sonriera de la afirmación que hace el gran artífice en su Vida, de haber visto una vez una salamandra, Isaac Codomano dijo:

-No sonriáis. Yo os juro que he visto, como os estoy viendo a vosotros, si no una salamandra, una larva o una ampusa.
Os contaré el caso en pocas palabras.
Yo nací en un país en donde, como en casi toda América, se practicaba la hechicería y los brujos se comunicaban con lo invisible. Lo misterioso autóctono no desapareció con la llegada de los conquistadores. Antes bien, en la colonia aumentó, con el catolicismo, el uso de evocar las fuerzas extrañas, el demonismo, el mal de ojo. En la ciudad en que pasé mis primeros años se hablaba, lo recuerdo bien, como de cosa usual, de apariciones diabólicas, de fantasmas y de duendes. En una familia pobre, que habitaba en la vecindad de mi casa,ocurrió, por ejemplo, que el espectro de un coronel peninsular se apareció a un joven y le reveló un tesoro enterrado en el patio. El joven murió de la visita extraordinaria, pero la familia quedó rica, como lo son hoy mismo los descendientes. Aparecióse un obispo a otro obispo, para indicarle un lugar en que se encontraba un documento perdido en los archivos de la catedral. El diablo se llevó a una mujer por una ventana, en cierta casa que tengo bien presente. Mi abuela me aseguró la existencia nocturna y pavorosa de un fraile sin cabeza y de una mano peluda y enorme que se aparecía asola, como una infernal araña. Todo eso lo aprendí de oídas, de niño. Pero lo que yo vi, lo que yo palpé, fue a los quince años; lo que yo vi y palpé del mundo de las sombras y de los arcanos tenebrosos.
En aquella ciudad, semejante a ciertas ciudades españolas de provincia, cerraban todos los vecinos las puertas a las ocho, y a más tardar, a las nueve de la noche. Las calles quedaban solitarias y silenciosas. No sé oía más ruido que el de las lechuzas anidadas en los aleros, o el ladrido de los perros en la lejanía de los alrededores.
Quien saliese en busca de un médico, de un sacerdote, o para otra urgencia nocturna, tenía que ir por las calles mal empedradas y llenas de baches, alumbrado apenas por faroles de pétroleo que daban luz escasa colocados en sendos postes.
Algunas veces se oían ecos de música o de cantos. Eran las serenatas a la manera española, las arias y romanzas decían, acompañadas con la guitarra, las ternezas románticas del novio a la novia.Esto variaba desde la guitarra sola y el novio cantor, de pocos posibles, hasta el cuarteto, septuor, y aún orquesta completa y un piano, que tal o cual señorete adinerado hacía sonar bajo las ventanas de la dama de sus deseos.
Yo tenía quince años, un ansia grande de vida y de mundo. Y una de las cosas que más ambicionaba era poder salir a la calle, e ir con la gente de una de esas serenatas. Pero ¿cómo hacerlo?
La tía abuela que cuidó de mi niñez, una vez rezado el rosario, tenía cuidado de recorrer toda la casa, cerrar bien todas las puertas, llevarse las llaves y dejarme bien acostado bajo el pabellón de mi cama. Más un día supe que por la noche habría una serenata. Más aún: uno de mis amigos, tan joven como yo, asistiría a la fiesta, cuyos encantos me pintaba con las más tentadoras palabras. Todas las horas que precedieron a la noche las pasé inquieto, no sin pensar y preparar mi plan de evasión. Así, cuando se fueron las visitas de mi tía abuela- entre ellas un cura y dos licenciados- que llegaban a conversar de política o jugar al tute o al tresillo, y una vez rezadas las oraciones y todo el mundo acostado, no pensé sino en poner en práctica mi proyecto de robar una llave a la venerable señora.
Pasadas como tres horas, ello me costó poco pues sabía en dónde dejaba las llaves, y además, dormía como un bienaventurado. Dueño de la que buscaba, y sabiendo a qué puerta correspondía, logré salir a la calle, en momentos en que, a lo lejos, comenzaban a oírse los acordes de violines, flautas y violoncelos. Me consideré un hombre. Guiado por la melodía, llegué pronto al punto donde se daba la serenata. Mientras los músicos tocaban, los concurrentes tomaban cerveza y licores. Luego, un sastre, que hacía de tenorio, entonó primero A la luz de la pálida luna, y luego Recuerdas cuando la aurora... Entro en tantos detalles para que veáis cómo se me ha quedado fijo en la memoria cuanto ocurrió esa noche para mí extraordinaria. De las ventanas de aquella Dulcinea, se resolvió ir las de otra. Pasamos por la plaza de la Catedral. Y entonces... He dicho que tenía quince años, era en el trópico, en mí despertaban imperiosas todas las ansias de la adolescencia... Y en la prisión de mi casa, de donde no salía sino para ir al colegio, y con aquella vigilancia, y con aquellas costumbres primitivas... Ignoraba, pues, todos los misterios.Así,¡cuál no sería mi gozo cuando, al pasar por la plaza de la Catedral, tras la serenata, vi, sentada en una acera, arropada en su rebozo, como entregada al sueño, a una mujer! Me detuve.
¿Joven?¿Vieja?¿Mendiga?¿Loca?¡Qué me importaba! Yo iba en busca de la soñada revelación, de la aventura anhelada.
Los de la serenata se alejaban.
La claridad de los faroles de la plaza llegaba escasamente. Me acerqué. Hablé; no diré que con palabras dulces, más con palabras ardientes y urgidas. Como no obtuviese respuesta, me incliné y toqué la espalda de aquella mujer que no quería contestarme y hacía lo posible por que no viese su rostro. Fui insinuante y altivo. Y cuando ya creía lograda la victoria, aquella figura se volvió hacia mí, descubrió su cara, y ¡oh espanto de los espantos! aquella cara estaba viscosa y deshecha; un ojo colgaba sobre la mejilla huesona y saniosa; llegó a mí como un relente de putrefacción. De la boca horrible salió como una risa ronca; y luego aquella "cosa", haciendo la más macabra de las muecas, produjo un ruido que se podría decir así:
-¡Kgggggg!...
Con el cabello erizado, di un gran salto, lancé un gran grito. Llamé.
Cuando llegaron algunos de la serenata, la "cosa" había desaparecido.
Os doy mi palabra de honor, concluyó Isaac Codomano, que lo que os he contado es completamente cierto.


Extraído de "Verónica y otros cuentos fantásticos" de Rubén darío, Editorial Alianza, 1995.

viernes, 15 de octubre de 2010

Agua

"La gran ola de Kanagawa" de Katsushika Hokusai



Esta célebre imagen me hizo cambiar lo que iba a escribir a partir de esta línea.
Una ola gigantesca, feroz, se alza como una garra sobre las frágiles embarcaciones. Desconociendo la obra de Hokusai, uno podría pensar que aquí da muestras de ser esclavo de su tiempo. Un artista del siglo XIX mostrando la fuerza incontenible de la naturaleza... Esa fuerza anárquica, irracional y salvaje que el hombre por fin llegaba a domesticar a través de la revolución industrial y el desarrollo de maquinaria. Pero no es así, Hokusai sólo nos muestra uno de los tantos rostros de una naturaleza que observaba con fascinación y reverencia... ¿Acaso deja de ser una ola de gran belleza por su ánimo crispado?.
Entonces pienso en ese hombre moderno regocijándose en autosatifacción, proclamándose vencedor frente a la tiránica naturaleza. Ese hombre que parece decir "¡Miren! ¡He podido domar a la bestia!"...¿Por qué?. Miles de años atrás busco mi respuesta. Recuerdo a Jack London y su "Antes de Adán" hablando de miedos que sobreviven al cuerpo y se incorporan al proceso evolutivo. Los primeros seres humanos, los últimos homínidos, luchando por sobrevivir. Amenazados por otros animales, por tormentas, por el frío y el viento... Y esa bestia azul de garras ondulantes. Miedo acumulándose en sus células, impotencia también. Sobrevivir hasta el día en que pudiesen dejar de temerles.Pensándolo así, concluyo, caprichosamente, que el deseo del hombre por modificar y someter su entorno responde más a una necesidad primitiva y emocional que al exaltado triunfo de la razón y la civilización.
Y acá estamos, un par de siglos después, implorándole a la bestia malherida que resista. Aterrados ante la idea de que muera; sabiendo que hemos de morir con ella.

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Agua.
H2O
Océanos, mares, ríos, lagos, lagunas, arroyos, manantiales, fuentes.
Fuentes.
Agua,
fuente de vida.

Siempre escuché esa afirmación "Agua, fuente de vida". Y cada vez pensé "Por supuesto, ¿no es el agua dónde dicen los biólogos que empezó la vida? ¿no está por eso el planeta tierra compuesto en mayor parte por agua?¿no es el agua condición indispensable para que todo ser vivo siga siéndolo?".
Agua, fuente de vida. ¿Pero qué tipo de fuente? Me pregunto en este instante. Fuente como principio u origen de algo, evidentemente. Sí, evidente. Lo dejo ahí.
Agua como principio u origen de vida. Acá me doy cuenta de que estoy complicada porque acabo de ingresar al territorio de una de mis grandes incertidumbres. ¿Qué es la vida?¿la vida nos precede o sólo existe a través de quienes la contenemos y podemos hacer uso de ella?¿ o la vida nos contiene y sólo somos una manifestación de ella?. No importa ahora. Me acabo de enterar de que la vida se origina en el agua y yo soy posterior a ella. Y me doy cuenta de que no puedo disociarlas de ninguna manera. Agua-vida.
Pero hoy estoy hablando del agua para suscribir al Blog Action Day, para llamar la atención sobre algo que nos tiene a muchos preocupados: el agua como recurso natural y sus problemas. El agua siendo contaminada. El mal uso del agua. La falta de agua.
Hoy estoy hablando de la vida siendo contaminada. El mal uso de la vida. La falta de vida.
Pocos se atreverían a decir en voz alta, y con total soltura, que la vida puede venderse embotellada en una góndola de supermercado. O que pueden usarse millones de vidas para extraer oro... No, al menos, desde la época de la colonia. Hay que ser políticamente correctos.
Sin embargo, por ejemplo, se emplean más de un centenar de litros de agua potable, e incluso agua pura de manantiales cordilleranos, para extraer oro... Más de un centenar de litros por segundo. Miles por hora. Millones de litros en un día.

Hace dos días el mundo entero festejaba el rescate éxitoso de los treinta y tres mineros atrapados en una mina de oro, en Chile. Todos nos alegramos. ¿Quién, además de los directivos de la minera, pudieron pensar que el oro que hay ahí abajo valía más que esas treinta y tres vidas?. Hace dos días nadie. ¿Y hoy? ¿cuántas vidas se están poniendo en peligro en este momento para extraer ese oro?. ¿Cuántas vidas dependen de esos millones de litros de agua potable que se envenenan con cianuro?.

No voy a detallar todas las formas en que se contamina y se desperdicia el agua. No voy a enumerar todas las consecuencias de esa contaminación. Hay tantas personas haciéndolo; hay tantas ONGs trabajando en eso, mejor informadas que yo. Sólo quiero que recordemos que el agua es vida y no podemos tomarla con levedad. ¿Porqué debatimos acaloradamente sobre la eutanasia, sobre la despenalización del aborto o la pena de muerte, pero no sobre cómo las empresas, gobiernos e individuos dan uso al agua?.

Hay personas muriendo de sed hoy, ahora. No estamos hablando a futuro, aunque también debiéramos hacerlo. Hay personas a las que se les niega lo más esencial: la vida.

Enlaces útiles:

www.water.org

Blog Action Day 2010

Greenpeace Argentina: agua



Y queriendo volver a la fuente de este blog confieso que, a mí, personalmente, el agua me da paz. Oír a la lluvia mojándolo todo. Ver la corriente ovillarse una y otra vez. Sentir el agua pasando entre mis manos y el suspiro de la ola llegando a mis pies . Beber hasta saciar mi sed. Dejarme mecer por el vaiven del agua. Son sensaciones que me dan paz. Y sólo encuentro paz donde hay verdad, donde puedo sentirme y ser verdadera. El agua me deja ser. ¿No es una hermosa obviedad?

Acá abajo les dejo un poema y un cuento.


El mar viene del mar
de Don Mario Benedetti.

El mar viene del mar
muere naciendo
simulacro de dios
baba del cielo

Viene del mar el mar
mar de sí mismo
desierto sin memoria
y sin olvido

el mar se lleva el mar
pero en la noche
las resacas no vuelven
al horizonte


Mizu (Agua de "Historias en la palma de la mano")
del maestro Yasunari Kawabata


Apenas la mujer llegó de su pueblo desde Japón para casarse, al hombre lo transfirieron a una estación de observación metereológica en la cadena de montañas de Hsing-an en Manchuria. Lo que más sorprendió a la mujer fue que una lata de aceite llena de agua- un agua turbia y sucia- costara siete sen. Sólo imaginar que con ella tendría que enjuagarse la boca o lavar el arroz le daba náuseas. En seis meses, las sábanas y la ropa interior se habían amarilleado. Y, para empeorar las cosas, en diciembre el pozo se congeló hasta la superficie. Los peones les traían bloques de hielo de algún lugar, y ella los usaba alguna que otra vez para un baño, después de largos preparativos. No era éste un lugar para despilfarros. ¡Qué bendición calentar sus entumecidos huesos! Recordó el baño en su hogar como si se tratara de un sueño imposible. La toalla blanca en la mano, sumergida hasta los hombros en el agua caliente que embellecía sus brazos y piernas.
-Disculpe, pero ¿no le habrá quedado un poco de agua?, ¿me podría prestar un poquito?- una vecina apareció, cargando una botella de arcilla.- Estoy lavando mis cacerolas por primera vez en mucho tiempo, me descuidé y usé toda la que tenía.
Ya no tenía agua, pero le ofreció un poco del té que había sobrado.
-No puedo esperar hasta la primavera para chapotear con mi lavado como a mí me gusta. Qué bueno sería poder salpicar un poco de agua- dijo la vecina.
La abundancia de agua pura era el anhelo de todos los nativos de Japón. La nieve derretida se hacía esperar. El agua derramada de una palangana y absorbida por la tierra. Los dientes de león brotando.
Invitó a su vecina a tomar un baño en su tina. Entonces el tren que iba hacia la frontera norte ingresó en el valle. Era tiempo de tener noticias sobre las condiciones en el frente de batalla en el sur.
-Qué grande- dijo la vecina con voz entusiasta disfrutando de su baño caliente.

Y lo era, desde la estación metereológica en el lejano norte donde trabajaba el marido de la mujer, hasta los cielos de los mares del Sur. Ése era el japón de aquellos días.
Cuando la mujer salió al frente de su casa, las flores congeladas que la niebla había formado en las diminutas ramitas del alerce estaban cayendo, se diría que como pétalos de cerezo. Y cuando elevó la vista, la perfección azul del cielo le recordó los mares de su tierra natal.