jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Quién lo hizo?

"Autoretrato"-Edvuard Munch


Si no existe esa incógnita como premisa no es una novela policial. ¿Quién lo hizo?.
Tres palabras que funcionan como el mejor disparador universal de conjeturas. Incluso en los blogs tenemos la variante literaria, encarnada en ese: ¿Quién lo escribió?; juego en el cual, avezados lectores, ponen a prueba su memoria y dotes detectivescas para dar con el autor de un texto.

Cuando se mencionan las palabras "novela", "detective", "policial", "misterio", en cualquier conversación de sobremesa, seguramente alguien menciona a Conan Doyle, Agatha Christie o , más recientemente, Larsson, Mankell, entre otros autores. Nunca nombran a Wilkie Collins.
Evidentemente, quedan excluídas las conversaciones entre lectores empedernidos de este género, o bien lectores con frondosos antecedentes que bien pudieran conocer a dicho autor.

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte de William Wilkie Collins, narrador y dramaturgo inglés, que tiene el poco despreciable mérito de ser considerado padre de la novela policial. Cuestión que no debe ser tan así pero tampoco deja de serlo. Y hasta que alguien demuestre, de manera contudente e incuestionable, que estamos en un error diciendo esto, seguiremos repitiéndolo.

La primer novela policial que leí fue "La piedra lunar" ( The moonstone), escrita por Collins en el año 1868. Clásica entre las clásicas del género. Claro que yo no sabía eso cuando la leí; la encontré juntando polvo en un estante, y la devoré en un par de calurosas tardes de Enero. Podrá parecer lenta para los tiempos que corren, podrá pecar de simple en el argumento... Y seguramente, si hubiese sido escrita actualmente no recibiría el visto bueno de ningún editor (le faltarían homicidios y escenas de contenido sexual); pero a mí me gustó. Los primeros libros son así, como los primeros amores... Se quedan con nosotros sin importar qué o cómo.

Es una novela con un detective: el Sargento Cuff, un detective con cierta debilidad por las rosas y la floricultura. Un mayordomo: Gabriel Betteredge, lector místico de "Robinson Crusoe". Una mujer joven, bella y rica: Miss Rachel Verinder. Un héroe romántico, pretendiente de la susodicha joven mujer, bella y rica: Franklin Blake. Un tercero en discordia: Godfrey Ablewhite. Hay otros personajes característicos del género: el abogado de la familia, el médico, la criada, etc, etc, etc. Y la clave que da nombre al libro: una joya maldita. Un diamante hindú conocido como "La piedra lunar". Obviamente con todos estos elementos se puede construír algo interesante... Si se sabe cómo, por supuesto. Algo novedoso para la época fue, a mi entender, la construcción coral del relato. La historia se "reconstruye" para el lector a través de varios personajes que ofician de narradores. El recurso no resulta tan efectivo para sumarle complejidad, pero sí ayuda a mantener el interés cuando ciertos eventos resultan de resolución muy evidente para el que lee. En esta novela, el lector sabe tanto como el detective sobre lo acontecido; razón por la cual no hay mucho margen para dar giros inpesperados en la trama. Son flaquezas que encuentro ahora, después de haber leído otros libros. Pero hay que tener en cuenta el aporte insoslayable que resultó ser para novelas posteriores. Todo parece fácil de hacer cuando ya está hecho.

La imágen que usé para el post es la misma que ilustra el ejemplar que leí de La piedra lunar. Pareció muy pertinente.

Cosas de la casualidad... Acabo de mirar por el ventanal del balcón. Hay una exquisita luna llena, bien redonda y amarilla. Un poco de neblina. Un ambiente ideal para dar inicio a algún misterio, ¿no?.

Fragmentos:


"- Si mira usted en torno suyo, cosa que muy poca gente hace- dijo el Sargento Cuff-comprobará usted que los gustos de un hombre se hallan, la mayor parte de las veces, en pugna total con lo que hace. Muéstreme dos cosas más antagónicas que un ladrón y una rosa y me comprometo a cambiar mis preferencias... Si no es ya demasiado tarde para realizar tal cosa, a esta altura de mi vida. ¿No le parece, señor jardinero, que la rosa de damasco es un buen injerto para las otras variedades más frágiles? ¡Ah! En mi opinión, sí. He aquí al ama. ¿No es ésa Lady Verinder?.

La había visto antes que yo o el jardinero... Y eso que ambos sabíamos hacia qué lado mirar para dar con ella y él no. Comencé, pues, a pensar ahora que se trataba quizá de un hombre más listo de lo que supusimos a primera vista."


"Ni un solo vestigio de su existencia advertí en el plantío. Cuando, después de trasponerlo, avancé por los médanos en dirección a la costa, pude verla con su pequeño sombrero de paja y la sencilla capa gris que usaba siempre para disimular, de la mejor manera posible, su hombro deforme. Allí estaba, solitaria, dirigiendo su vista, a través de las arenas movedizas, en dirección al mar."

Fuente: "La piedra lunar"- Centro Editor de America Latina- 1979.