viernes, 25 de junio de 2010

Cortando flores a un costado del camino...





...Así, un poco jugando, un poco en serio,
sin darnos cuenta,
hemos llegado al centenar de posts.

¡Gracias amigos lectores!

Y ahora, a lo que venía. Voy a comentar mi última lectura.


Se trata de una novela titulada "Flores de un sólo día", la autora es una profesora de letras nacida en Estados Unidos, de ascendencia japonesa, y radicada en Argentina desde hace varios años, Anna Kazumi Stahl.

[Disgresión:
Esta novela fue o es uno de esos libros que me colocó frente a un dilema: el de la crítica negativa.
Consciente o inconscientemente, siempre trato de no comentar los libros que no me gustan. Los comentarios desfavorables que pueda hacer sobre un libro, siempre me dejan una sensación molesta... Creo que, más allá de que trate de hacerlo con moderación, hay algo de crueldad en la crítica.
Un libro es el hijo mimado de alguien. Aún los libros que consideramos "malos" llevan sus horas de trabajo; cargan con las expectativas y sueños del autor, de sus colaboradores, del editor, incluso con los de la persona que hizo el diseño de tapa. Y viene uno, el lector a decir que no le gusta. Pobre libro... ¿qué mal nos hizo?. ]

El libro gira en torno a dos personajes: Aimée y su madre Hanako; y trata, básicamente, sobre la identidad de ambas (siendo inmigrantes forzosas y teniendo encima un bagage multicultural) y de la relación que hay entre ellas.
Hay dos cosas que hubiese podido saber con sólo leer la novela: que el autor es una mujer y que es profesora de letras. Todavía estoy tratando de discernir si esto es malo o bueno (el hecho de haberme dado cuenta, y si es bueno para una escritora quedar asociada a lo que han denominado "literatura de género"). Pero es así.
Se percibe la mano femenina en la forma en que va tejiendo, o desovillando, el relato. El modo en que trata a los personajes y sus emociones, lo sugiere.
Quizás un error sea confundir a la narradora con la protagonista de la historia, desestimando el proceso de creación. Anna no es Aimée. Una vez hecha esta salvedad, el relato gana cierto crédito.
La novela no es de mi gusto personal, pero no por ello deja de tener aspectos interesantes. Hay una referencia constante y obligada al arte del ikebana. Acercándonos un poco más a esta expresión del arte janponés que, erróneamente, confundimos con algún artilugio de la decoración de interiores. El ikebana tiene aspectos fascinantes, rebosa de simbologías; busca transmitir con sus flores, y demás elementos que lo componen, lo mismo que se transmite a través de los versos. Una tarea por demás difícil si se lo piensa.

Lo que no me gustó...

Los personajes están sobre-descriptos. Esto es para mí, y no tiene que serlo para los demás, un fallo del narrador y uno muy frecuente; especialmente en novelas que tienden a ser muy accesibles, muy "abordables", para aquellos que son sólo lectores esporádicos ( por gusto o por falta de tiempo). Nos describen y explican hasta el hartazgo desde la apariencia hasta las motivaciones del personaje; entonces, en lugar de construírse, de recrearse, en mi psiquis, lo tengo ahí parado, por delante del relato, como maniquí en escaparate. Los personajes parecen no desarrollarse, no crecen dentro del que lee... Y, al terminar el libro, los abandono a su suerte sin el menor miramiento.

El argumento en sí me pareció algo pobre y excesivamente sentimental, por momentos algo inverosímil. Hubieron un par de capítulos que me recordaron ciertos libritos de Corín Tellado (sin intención de desmerecer dicho tipo de lecturas, que, como todo libro, tienen su lugar y su momento en la vida del lector). El ritmo de la narración se me hizo lento en los primeros capítulos; ganó dinamismo con la introducción de algunos nudos a resolver. Siendo concisa, lo que más me disgustó fue el desenlace... Me pareció muy desacertado, me dió la impresión de que le restaba gravedad, intensidad, a la historia. Un final al mejor estilo hollywoodense.

Igualmente, puede resultar una lectura entretenida y, probablemente, después de leer esta novela uno sienta el deseo de acercarse a una florería.

Hago una observación que, pienso, puede resultar de utilidad. Este libro me llegó a través de una conocida que encarna un tipo de lectora con gustos algo diferentes a los míos. Ella siempre me da a leer libros que yo no elegiría, y se lo agradezco. Me incentiva a abrir mis horizontes literarios y, de vez en cuando, encuentro algún libro que me sorprende favorablemente.
Es una lectora pasional, con gusto por las novelas de autoras latinoamericanas: Isabel Allende, Marcela Serrano, Gioconda Belli, Laura Restrepo; y autores contemporáneos como Luis Sepúlveda. Le atraen también las historias que ahondan en ciertos modelos freudianos; así como también aquellas que transmiten una idea de lucha frente a la adversidad, una búsqueda de la propia verdad. Una lectora culta que busca novelas que reflejen, de algún modo, su forma de pensar y sentir sobre la vida misma.
Si eres, sos, este tipo de lector, lectora, quizás disfrutes este libro más que yo.


Los fragmentos...

"Para Hanako era un día como sólo otros dos o tres de su vida. Por lo inconcebibles que fueron. Y por el daño que causa una experiencia que carece agresivamente de sentido. Puntos tenaces en la vida de cada uno, impresos en terribles detalles inmutables. Pero así cómo están, grabados, así se quedan. Ésa es la ventaja que uno tiene: no fluyen en las corrientes de los otros días, más comunes, más acumulativos. Son terribles y estáticos, permanecen como veneno estacionado, como una especie de vacuna, que tal vez duele pero sobre todo previene"...


"Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Aimée y Hanako están en el departamento; salen del cuarto lleno de flores y van hacia la cocina. Son las dos de la misma estatura; caminan al mismo tiempo; se asemejan en los movimientos fluidos de los brazos delicados, las piernas delgadas. Preparan la comida, y están juntas en ese silencio que comparten, que no es frío, sino cálido y continente, como un ambiente en sí. Al tiempo, vuelven a las flores. Hoy son gladiolos naranjas y lirios atigrados, amapolas escarlatas y ramas verdes de pino. Hanako elige entre ellos y comienza- con lentitud sensual, con contemplación- a armar el arreglo que es lo primero que ve Fernando cuando llega a su casa, como un saludo de bienvenida que es todos los días igual y cada vez disinto."


Fuente: "Flores de un sólo día", de Anna Kazumi Stahl. Editorial Seix Barral, primera edición, año 2002.

Para aprender sobre el ikebana:
http://www.jardinjapones.org.ar/culturajaponesa/disciplinas/arte.arreglo.floral/ikebana.htm

viernes, 18 de junio de 2010

Adiós...





Se nos fué otro grande, se nos fué Saramago.
Me consuelo, egoísta, recordando que me queda mucho por leer de su obra, con lo muy bueno, lo bueno y lo menos bueno ... Y entonces me acuerdo de su último libro y los potenciales libros, los no-escritos, y todas las palabras que habrán quedado huérfanas... boyando en el silencio.

Salgo al balcón y miro el cielo, nublado, triste acaso... Me digo: "Y ahora va estar escribiendo nuevas historias en ese cielo en el que no creía". Él no creía, pero yo lo pienso ahí. Sentado junto a Don Mario y su poesía de gorrión.


Uno de sus poemas...

Tengo el alma quemada

Tengo el alma quemada
por saliva de sapo
fingiendo que descubro
tapo

La palabra me infecta
bajo la piel de apariencia
pongo remedio seguro
paciencia

En esta mal no se vive
pero tampoco se muere
cuando el ave no vuela
corre

Quien no llega a las estrellas
las puede ver desde la tierra
quien no tiene voz para el canto
berrea