lunes, 15 de febrero de 2010

Volver a la escuela...

"Escuelita rural" de Antonio Berni, 1956


Acá, en un par de semanas, inicia el Ciclo Lectivo 2010. O sea que están todas las madres fréneticas, comprando guardapolvos o uniformes, mochilas y carpetas; forrando y rotulando cuadernos... Y, para colmo, haciendo malabares con su presupuesto porque, como todos los años, los útiles escolares están más caros (no pueden ser la excepción siendo que todo aumenta).
¿Los niños? Bien, creo. Aguardan el inicio de clases sin el menor entusiasmo, o temor siquiera. Apáticos hasta la médula. La escuela o colegio no les interesa, no despierta expectativas en ellos, la consideran un lugar de paso (extrañamente éste dura varios años). Quizá porque los adultos no los participan en esta etapa (donde se elige y se proyecta), pero contrariamente les dan el poder dentro de las aulas (permitiéndoles hacer lo que les venga en gana).
En Buenos Aires, se dan además otras situaciones totalmente inverosímiles. Te encontrás con madres conversando sobre si tal o cual colegio tiene tal o cual convenio con determinada universidad prestigiosa, y están inscribiendo a sus hijos para Sala de 2 años. Es la nueva modalidad, optar por una institución privada (porque la pública, que solía ser mejor, va en picada) y asegurarse un lugar en aquella que les ofrece una mejor relación precio/calidad. Se paga lo más que se pueda, resignando otros gastos, para que el niño o niña, hable inglés fluidamente a los diez años, use la PC dentro del ámbito escolar y tenga en claro que el mundo está constituído por "bienes" y no, ideas. Dado que cada vez son más los padres que entienden que el futuro (léase socioeconómico) de sus hijos va a estar condicionado por el colegio al cual asisten, la demanda aumenta... Y se dificulta la obtención de vacantes, por eso el apremio (y el negocio redituable). Hay listas de espera hasta el 2013, en Nivel Inicial. Y esto no se da sólo en las clases medias (siempre deseosas de que sus hijos abandonen finalmente la rueda de hámsters en la cual vivieron sus padres), sino también de los sectores más humildes que empiezan a sumarse a esta tendencia.
Queda en evidencia que la educación en Argentina ya no es, si alguna vez fue, universal y pública. Digo yo, ¿no sería mejor recuperar la escuela pública( mejorar la formación de los educadores y sus salarios; brindar planes de estudio de calidad y actividades extracurriculares; cambiar las pautas de convivencia y normas disciplinarias; refaccionar y ampliar la infraestructura)... Y así, quizás, por ejemplo, mejorar el consumo (que tanto desvela al gobierno); quizás así el dinero que se destina a los aranceles de los colegios privados pueda redireccionarse a préstamos inmobiliarios, compra de automotores, etc, etc. Sólo por hablar del aspecto económico (que es el único que les interesa).
¿No es una locura que una persona que trabaja en el servicio doméstico destine el 50% de su salario al pago de un colegio privado? Esa persona desea que su hijo hable inglés como su empleador, del cual ella no entiende una palabra, y que consiga un mejor trabajo en quince años. No está equivocada la señora, la educación es la base de todo y la herramienta más efectiva de cambio social; pero ella está pagando un costo demasiado alto. Lo que la señora ignora es que ella está pagando, con trabajo y sacrifio, el abandono del gobierno.

Perdonen el desahogo, pero este país parece, cada vez más, una creación de Lewis Carroll.

Finalmente, me asombra que los padres suelen preguntar, durante las visitas a las instituciones educativas privadas y en las entrevistas con sus directivos, por el costo de los aranceles, el nivel de inglés con el que se egresa, si el establecimiento cuenta o no con campo de deportes, si se realizan viajes con fines educativos o sociales... Pero muy pocas veces preguntan por la existencia de una biblioteca, por el lugar que se le da a la lectura en los planes de estudio, o por actividades artísticas y culturales. ¿Será que la lectura no es primordial cuando hablamos de educación?

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Fragmento de una entrevista realizada a Jaime Barylko (filósofo, pedagogo e invesigador argentino, fallecido en el año 2002), en el año 2000 por Rosana Ramonda para el diario La Mañana de Córdoba
Y reproducida en el sitio web educativo Presencias de Música

¿Y es imposible enseñar a pensar?

-Obviamente, porque pensar no es un conocimiento, en realidad es una actividad.
No se puede enseñar a pensar, lo máximo que se puede hacer es nutrir la mente y la vida con elementos que después resulten excitantes y lo hagan pensar.

¿Entonces cuál cree usted que debería ser la meta a alcanzar?

-Lo que hay que considerar es qué necesitamos darles y provocarles a los niños ante este mundo de cambios perpetuos.


Uno de los aspectos es proporcionarles las herramientas para que desarrollen los procesos de pensamiento y los contenidos básicos para seleccionar la información y situarse ante ella.
Otro de los aspectos, el más serio, es cómo construir personas morales y felices. Porque la finalidad no está ni en la matemática ni en la física ni en la química ni en la filosofía, tampoco está en la inserción laboral.

¿Considera que la inserción laboral no debe ser preocupación de la escuela?

-Yo estoy completamente en contra de ese "tubo" que se quiso hacer de la escuela al trabajo, es un tubo completamente fracasado. La escuela tiene que ser la escuela.

¿Y qué es la escuela?

-La escuela es un foco de crecimiento a la altura de los tiempos. Tiene que formar a la persona como ser humano, como ser mental, como ser emocional. Lo fundamental es que tiene que estar a la altura de los tiempos.

¿Cree que está desfasada la escuela respecto a ello?

-La escuela está muy desfasada respecto no sólo de las necesidades sociales, sino también de la altura de los tiempos. Con esto quiero decir que no está en correspondencia con el nivel actual de la civilización y de la cultura.

¿En qué se manifiesta el desfasaje del que habla?

-La escuela necesita reeducarse. La escuela es una función de la sociedad y en la medida en que la sociedad, la cultura y la civilización cambian, la escuela debe replantearse su rol, su función en estas nuevas circunstancias. Y está desfasada en cuanto a que sigue un programa de estudios que, yo creo, tiene como doscientos años.

¿Y los cambios introducidos por la Transformación Educativa?

-No se cambió nada. Esa transformación no existe. Es un acto político. La hicieron políticos, es una ley que hicieron los políticos, y los políticos de educación no saben nada.

¿Cree entonces que es responsabilidad de los políticos que la educación esté como está?

-Y sí, porque son responsabilidad de ellos los programas, la formación docente, la posibilidad de acceso de todos los niños a la educación y particularmente de los que tienen escasos recursos. La otra responsabilidad es de los hogares y de la sociedad.

En cierta manera, usted considera que la familia tiene responsabilidad en la generación de políticas educativas

-Así es; creo que en la medida en que son responsables de la educación de sus hijos, no lo son exclusivamente en sus hogares. Es decir, su responsabilidad no se reduce a enseñarles cómo sentarse a la mesa, o a masticar la comida con la boca cerrada ni mucho menos a pedir permiso, decir gracias o por favor. La responsabilidad abarca también aspectos más macro.
Ellos deben plantearle a los políticos qué educación quisieran para sus hijos. Porque cuando vas a la escuela, tomas lo más querido de tu vida, un hijo, y lo entregas para que hagan con él algo que no programaste, de lo que no participaste.
La educación del futuro va a necesitar absolutamente de la integración de los padres.