sábado, 13 de diciembre de 2008

Sin lazarillo...



...encontrar el camino. Pero ¿cómo?.

Llega fin de año y, aunque no quiera, empiezo a hacer balance. Sé que el de este año no ha de arrojar un saldo favorable. No ha sido un año bueno. Pero no alcanza con eso, después hay que colocar al año que concluye dentro de la estantería de una vida. Ahí a veces las perspectivas cambian, termina siendo un poco menos malo, o no. Sin embargo, lo que más me atribula es percatarme de que cada vez me cuesta más no volver sobre mis errores; romper los círculos que parecen trazarse a pesar de mi misma. Cada año termina pareciendo una versión apenas modificada del anterior; distinto vestuario, a veces distinta escenografía, escena repetida.

¿Cómo encontrar el camino para un cambio genuino?¿Cómo salirse del libreto?¿Cómo ser sin querer ni desear ni temer ni poder?.
Pocas cosas he sacado en limpio para mi manual personal de supervivencia:

1- Si algo se siente mal, probablemente esté mal.
2- La cobardía sólo me lleva a un lugar cómodo y, lo que es peor, muchas veces ni siquiera a eso.
3- Tengo que ser fiel a mí misma para que las cosas tengan sentido.
4- El camino correcto nunca es el más fácil. No hay ascensores, sólo escaleras.

Hay algunas más, pero no vienen al caso. Y creo que muchas de ellas podrían deducirse de la Ley de Murphy.

Siempre sé cuando algo me va a gustar. Lo intuyo, lo percibo de antemano. Siempre sé, en el momento en que sucede, que algo va a acarrear futuras consecuencias (léase perjudiciales); se me hace un nudo en el estómago. Y, sin embargo, aún sabiéndolo, obro como si no lo supiera. ¿Por qué?.
Entiendo que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra; pero eso de tropezarse con una piedra en un camino señalizado con advertencias... "Cuidado: a 10 metros una piedra" "A 5 metros piedra" "Desvíese ahora o sufrirá un esguince". Y yo sigo caminando hasta golpearme. Eso no es necedad, ya es estupidez. Pero lo más increíble es cuando evito lo que sé que ha de gustarme o brindarme felicidad. Eso sí que no termino de entenderlo.

En fin... Sigo tratando de explicarme mi condición humana. Algún día voy a aprender a aceptar que las respuestas están contenidas en las propias preguntas.

Ahora algo concerniente a la temática del blog:

¿Cuáles fueron las lecturas más decepcionantes de este año?¿Cuáles las más gratificantes?.

Mi lectura más decepcionante es un empate. Entre las "Las pequeñas memorias" de Saramago y "Elisabeth Costello" de Coetzee. Hubieron otros libros que simplemente me resultaron malos, mediocres, por lo cual no califican; tal es el caso de "El error de la luna" de Héctor Aguilar Camín.
Las lecturas que me resultaron más gratificantes fueron "El viejo y el mar" de Hemingway, "Mil grullas" de Kawabata, "Todos los nombres" de Saramago y "Bestiario" de Cortázar.

Les dejo unos poemas de Juarroz:

65

Ya es todo demasiado.
Vivir es demasiado.
Morir, sufrir, amar, pensar
son demasiado.

Uno también es demasiado.
Deberíamos ser menos que uno,
para que esta rara pesadilla de ser
no tuviera casi en qué encarnarse.

Pero aún menos que uno es demasiado
cuando hay que bloquear
las variables maniobras
de este ejercicio azul y cruel de lo infinito.


66

Nos movemos entre señales incompletas,
cuyo sentido ignoramos.
No sabemos quién las trazó,
ni tampoco si podemos borrarlas.

Nos acompañan como palabras furtivas
se superponen a todo lo que vemos,
le agregan gestos a las cosas,
le pegan signos al vacío, casi no necesitan espacio.

Pero a veces sentimos que una de ellas
se despierta en nosotros, nos despierta,
nos lleva a algo más que el sentido,
aunque a veces también hacia algo menos.

Señales que nos marcan el tiempo,
estricto laberinto hacia nada.
O tal vez hacia alguna salida
que no tiene señales.